Este polvoriento vino salió de un trastero en lo alto de un edificio de ladrillo, a merced del calor y el frío, y como no iba a tirarlo sin abrirlo, decidí probar suerte; es un vino de cosecha 1985, si, más que vintage en este caso, y creo que sin ningún paso por barrica; procede de las Bodegas Olarra, sita en la capital riojana, y aunque la composición del mismo no esta descrita en la botella ni en la web, creo que si tiene mezcla de tempranillo, garnacha, graciano y mazuelo, aunque no podría confirmarlo con exactitud, pero sin duda no es monovarietal.
El corcho presentaba signos de haber sido mancillado, incluso con algún residuo negruzco en la parte superior bajo el capuchón, mal presagio; el vino al abrirlo recordaba a esos vinos riojanos, de ahí mi certeza del coupage de uvas, su color es parecido al del coñac, muy oxidado y con capa baja, lejos ya del atejado; su aromas no eran nada malos al abrirlo, y por un momento pensé que el vino tendría digno ocaso ; en boca el vino había perdido toda su acidez, siendo dulzón en exceso, y muy muy corto, se había quedado como una doncella tras la visita de un vampiro. Le pude dar dos buenos vasos el día que le abrí, y le guarde en la vinoteca quitándole el aire.
Al día siguiente, mi lengua estaba blanca y un dolor en la garganta me hizo acordarme del vino, y aun lo hago; me eche una copa más de el, pero ya aquello no era bebible de ninguna manera, y sin duda expiró agotado ya de sufrir en un trastero.Que descanse en paz.
R.
¡Pues qué pena! Igual me ocurrió a mí hace unos dias con un Fino Montilla- Moriles de 1952 encontrado en casa. Su color acaramelado, ya decía lo muy hecho que estaba. El aroma era moscatel puro, pero el sabor era secante total. En la nevera lo tengo. No sé qué destino darle…
Me gustaMe gusta